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Conversación I

Usted apareció en mi casa con ese libro: La brújula equivocada. Ese libro que usted leyó y que yo nunca escribí. Ese libro que usted quería que yo le dedicara. Yo preferí estrechar su mano. Porque usted parecía el mar y el mar sólo llega por milagro.

¿Por qué quiere hablar conmigo? ¿Por qué quiere publicar nuestras conversaciones?

Yo no tengo ningún misterio, ni mojo la pluma en veneno, ni me inspira lo que me deprime o angustia. Usted sabe que escribo a partir de vivencias que me son gratas. ¿Qué interés puede tener lo que yo escriba, si sólo me interesa lo bello y lo bueno? ¿Qué quiere de mí si estas cosas no interesan a nadie, si nadie lee mis palabras, salvo usted, que leyó ese libro?

Tampoco mi persona interesa. Usted sabe que no escribo en esos sitios. Ni voy por la calle vestido así. Usted sabe que escribo en la madrugada, de seis a ocho y que el resto del día me dedico a pensar. ¿Qué puede interesar de mí si todo lo que hay en mí no parece interesante? ¿Vio la entrevista del asesino de mujeres? Claro, todo el mundo la vio, porque eso sí parece interesante. ¿De verdad cree que pueda interesar lo que diga un hombre que las ama, como yo?

Para los demás soy aburrido, pero usted se levanta y es como si se levantara una ola. Usted es diferente. Me recuerda a la rebeldía que no grita nada en nombre de nada. Usted no se disfraza. Usted es agua. Usted es igual a esa persona que conozco. 

¿Y qué quiere hacer? ¿Publicarlas a diario? ¿Para qué? ¿Para qué tanta información? ¿Por qué tanta prisa en pasear opiniones mientras os hacéis fotos a vosotros mismos? No os dais cuenta que en realidad las opiniones son las que os pasean a vosotros y que esas fotos son la correa que os lleva. ¿A dónde queréis ir? ¿Qué buscáis? ¿En serio creéis que la verdad viaja en esos trenes que van sólo de pasada?

Usted siempre está nerviosa. Deje de tomar notas y escúcheme. Guarde eso. Usted siempre está nerviosa. ¿Por qué? ¿A dónde va? Voy a conversar con usted todo lo que quiera porque usted es distinta. Pero no será todos los días, ni siquiera todas las semanas, sino cuando ambos pensemos un buen tema y lo reflexionemos. No podemos generar más ansiedad en el mundo. ¿Tenemos que estar presentes en dónde? ¿De qué me habla? Todo el día pegados a esos aparatos mientras caminan, mientras hacen deporte, mientras comen, mientras aman. ¿No se da cuenta que nosotros podemos hacerlo de otra manera? Nosotros vamos a reflexionar. ¿Quiere seguir? Bien.

Vamos a conversar. Porque si usted me pide conversar habrá conversación. Porque jamás me han mirado como si me mirara el mar. Porque cuando usted me pide algo yo lo cumplo, de la misma forma en que usted cumple cuando yo le pido algo. Porque usted podría ser yo, y yo podría ser usted, y ambos podríamos ser esa otra persona que francamente ya no sé si nos lee o nos está escribiendo.